martes, 2 de septiembre de 2008

Relatos - Renacer en rebeldía II

Renacer en rebeldía I

-Con el paso del tiempo y sin capacidad de reacción me convertí en un planeta muerto, asustado, sometido al lugar que otros habían elegido para mí, aceptando con resignación un sitio que nunca fue el mío. Exactamente igual que tu.
-¿Y nadie acudió en tu ayuda?
-Nadie va a hacer por ti lo que tu mismo no hagas. Mis únicas aliadas eran las estrellas, demasiado lejanas para poder tenderme su mano, tenían tanto miedo al Sol como yo misma, preferían mirar hacia otra constelación, pese a entender mi situación, y solo cuando éste no estaba me daban la razón, pero cuando amanecía renegaban públicamente de mi. Me quedé sola.
-Entiendo lo que dices. ¿Y como conseguiste volver a ser lo que eras?
-Nunca volví a ser lo que era. Había pasado demasiado tiempo y mi superficie muerta ya no volvería a cobrar vida nunca más. No se trata de volver al pasado, lo que tienes que hacer es evolucionar hacia el futuro aprovechando lo mejor del momento.
-Ahora si que me he perdido.
-Una noche, cuando el sol se acostó, reuní lo mejor de mi, auné todas las virtudes que un día me hicieron plena, y comencé a crecer, primero fui cuarto creciente y por fin me convertí en Luna llena. Luna llena de esperanza e ilusión por afrontar el futuro con la dignidad que había perdido. Así, con el valor que brinda la confianza me enfrenté al sol.
-¿Y que pasó?
-No fue capaz de replicarme. Ahora salgo cuando quiero, de noche o de día, y lo mejor de todo es que ni siquiera quise coger nada de su reinado, descubrí que la noche está repleta de especies fascinantes, capaces de amarme tal y como soy ahora. Debes salir de esta ciénaga y encontrar tu lugar, no pierdas más un tiempo que no podrás volver a recuperar nunca.
El alba empieza a despuntar, mientras la Luna se desvanece con una sonrisa alentadora. Es el momento de tomar las riendas de mi vida y buscar mi sitio en este mundo, y mientras decido que es lo que voy a ser a partir de ahora, siento que mi viejo corazón de roble late con la fuerza de un tambor que clama por batallar, con tanto ímpetu que la vibraciones resquebrajan la sal a mis pies, y libre ya de la condena de mi turbio pasado, avanzo por la senda de la vida con el paso firme del que se sabe vencedor.

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