martes, 30 de septiembre de 2008

Relatos-Turista en tu país

Cuando llegué por primera vez a tu país estaba desconcertado. Me embargaba una emoción extrema y el nerviosismo aceleraba mi corazón a ritmo de samba pasionaria.
Lo primero que hice fue observar atentamente todo lo que tenía ante mí, fotografiando con la mente aquellos parajes tan alucinantes, disfrutando la sensación indescriptible que siento cuando todos estos lugares, se encuentran a mi alcance, y solo tengo que decidir hacia donde voy e ir. Todo a mi alcance, solo para mi.
Pensando en surfear la montaña como colofón final, me decanté por empezar mi periplo en el mar de tu boca. Navegué por tu saliva con la barca de mi lengua, me bañé junto a tu labios, tomé el sol de la esperanza y fui muy feliz.
Partí de allí rumbo sur, adentrándome en el desierto que empieza en tu cuello, hasta llegar a la duna denominada derecha. Una preciosa duna de arena dura, que se eleva cientos de metros en la vertical. Cresteando en Zig Zag fui recorriéndola con paso suave y ascendente hasta coronar el punto geodésico de tu pezón. Allí me sentí un Dios. Si miraba hacia el norte podía ver tu perfecta nariz. Si oteaba el horizonte hacia el sur, podía ver brillar tu estrella lunar, cerca del turbador sol grabado en tu piel. Disfruté el momento, y dejando el mismo rastro que un caracol, me dirigí más al sur, camino del monte de Venus. No fue una ruta fácil. Cientos de detalles llamaban constantemente mi atención impidiendo que pudiera progresar, me entretenía con cada curva, con cada línea, y solo al atravesar tu vientre, tu hipersensibilidad hizo que acelerara la marcha.
Por fin tenía ante mí lo que tanto ansiaba. La montaña era preciosa y desafiante y mis ganas de conquistarla solo se podían comparar a su belleza.
Decían los ancianos del lugar que si esta montaña la escalas con determinada técnica, el Dios Quíone su protector, te recompensa con una gran nevada. Así que ni corto ni perezoso y siguiendo esta ancestral técnica, fui explorando todos sus recovecos, sintiendo como el volcán se iba convulsionando a cada paso que daba, mientras su temperatura ascendía, casi a la misma velocidad que la mía propia. Todo explotó de repente, tus acelerados gemidos acabaron poco a poco y mi escalada a esta gran montaña finalizó con éxito. Ya en la cumbre y como los ancianos habían vaticinado, el Dios Quíone hizo su estelar aparición, y se puso a nevar cubriendo el monte. Todo estaba preparado para deslizarme hacia el valle de la calma donde habita la ternura, destino final de mi apasionante viaje por tu región.

Tags Technorati: , ,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios son moderados así que modérate tu también. No están permitidos los insultos, atente a las normas básicas de convivencia en la red (no escribas en mayúsculas, etc).