miércoles, 5 de septiembre de 2007

Cádiz Mágico

- Este año todo el mundo se va de vacaciones al sur.- me decía un amigo al principio del verano, y yo, que soy tan oportuno, le comenté:
- Esto va por modas, parecemos burros sin personalidad, donde va todo el mundo allá que vamos los demás.
Y la vida, como en tantas otras ocasiones se encargó de demostrarme que la boca a veces está para cerrarla. Y así, y por extrañas coincidencias, como suelen pasar estas cosas y casi sin planificarlo, sin pretender ser el repelente niño Vicente que va donde va la gente, me encontré a bordo de un monovolumen rumbo a Cai, con la mejor de mis sonrisas, y la mejor de las compañías, dejando atrás todo aquello que me agobia del cotidiano día a día, y que se iba diluyendo con cada mojón kilométrico que superaba, amnésico perdido a partir del kilómetro 40, radiolé a todo trapo y con mis sentidos perfectamente alerta para absorber todas y cada una de las vivencias que a buen seguro el futuro próximo me iba a deparar.
Tras siete horas de road movie y cuando me encontraba a punto de Palmar por el cansancio, divisé un camino lleno de Caños que me llevaría sin más dilación a mi ansiada Meca, mi destino espiritual más allá del faro con nombre de famosa batalla, imagen retórica de mi propia lucha interior, iluminando con mi fuerza y esperanza a quien más necesita de mi luz, en completa oscuridad donde esconder mis miedos, dudas y fracasos, confundidos en la penumbra para mi y todos los demás, pero sobre todo para ella.

En un preciosista entorno natural, y con el mar como anfitrión de excepción, mimetizado con el entorno cual Zelig y con mi ritmo cardíaco al compás del vaivén de las olas, pude disfrutar a su lado de su alegría de vivir, su forma de entender cada momento de la vida, y contagiado por su manera de amar las cosas más simples que nos ofrece el destino, detener el tiempo, apreciar el momento, vivir. Una lección más que aprender a su lado, un ejemplo más de coraje y superación, un tiempo ganado que otros han perdido y que por desgracia para ellos nunca regresará.
Con el aderezo nocturno de la playa a ritmo de tambor, donde se fusionan sonidos árabes y africanos, con una Darbuka por aquí y un D'jembe por allá mojados por el influjo de la Luna llena, llegué a pensar que mi viaje no podría ser mejor. Pero otra vez la vida me volvió a demostrar que Murphy no siempre tiene razón y que a veces lejos de emperorar todo es subceptible de mejorar, y cuando solo faltaban tres día para mi regreso llamó a mi puerta la amistad en forma de mujer, y traía en su pequeña maleta muchos kilos de cariño, de alegría contagiosa, de espontaneidad, dulzura y paciencia y me sentí muy afortunado de tener una amiga como ella, generosa para dar y parca en exigir. Vino en tren, como no podía ser de otra manera, porque somos dos railes, railes de vía estrecha, que en algún cambio de agujas se juntaron para continuar por el mismo camino, vías paralelas que no se entrecruzan, pero que transcurren juntas hasta que el destino quiera, ella por su lado y yo por el mío, pero sin perdernos de vista ni en los amargos túneles, juntos para maldecir nuestra pasajera fortuna y juntos para gritar al viento la esperanza y las ganas de poder vivir a nuestra manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios son moderados así que modérate tu también. No están permitidos los insultos, atente a las normas básicas de convivencia en la red (no escribas en mayúsculas, etc).