miércoles, 28 de febrero de 2007

Mi maltrecho corazón

No son muchos los ríos que han atravesado los dominios de mi corazón, extensos la mayoría, algunos de gran caudal, que se alejaban, a medida que transcurrían, del lugar donde otros riachuelos nacían y morían con la excusa de ser esporádicos, cerca de donde se encuentra la pasión.

No son muchos. Algunos simplemente desaparecieron ante un brusco movimiento sístole-diástole... nunca más se supo, otros transformados en riadas torrenciales por la lluvia de la hipocresía, arrasaron con la confianza y la ilusión, los menos, formaron un precioso delta en su desembocadura fundiéndose en el inmenso mar del olvido, que es tan grande que nunca se llega a olvidar. Todos y cada uno de ellos han contribuido a la erosión de mi maltrecho corazón, lleno de surcos, remiendos y sangrantes heridas que mis leucocitos no aciertan a terminar de coagular. Afortunadamente no todo está perdido, mi maltrecho corazón, curtido en mil batallas se mantiene en pie, solemne, como el Everest, que aún antiguo y erosionado desafía a los incautos escaladores a conquistar su cima, como una ciudad perdida, majestuosa, abandonada hace tiempo y esperando en silencio que alguien llegue a descubrirla.

No son muchos, y todos han aportado su granito de arena para formar con sus sedimentos la cala de la esperanza. Un lugar recóndito de aguas cristalinas y arena blanca, que en lugar de palmeras tiene un sauce llorón con sombra incorporada para poder envejecer en ella, donde el viento se llama armonía y el cielo felicidad, un sitio para ti y para mi, donde los pájaros gritan tu nombre y los acantilados lo repiten una y otra vez como si del eco se tratara.

No lo pienses más y emprende el viaje, fluye por mi corazón, discurre con tus meandros por la amistad, la confianza y el respeto, toma fuerzas en la estación de servicio del sexo y no te olvides de pernoctar en el hotel del amor, después gira a la derecha y desemboca en la cala de la esperanza, allí te estaré esperando.

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