martes, 27 de noviembre de 2007

Espiral de confusión I

El charco en el suelo del oscuro callejón se transformaba en un goteo casi constante, para acabar en hilo de sangre, que le nacía de la comisura de los labios.
Hacía algunos minutos que ya no sentía dolor, y liberado del lastre corporal que no le dejaba pensar, se sintió alarmantemente aliviado.
No tenía fuerzas suficientes para parpadear, pero su mente movida por el motor del alma, procesaba a máxima velocidad, una nube de pensamientos aparentemente caóticos. Imágenes, recuerdos, preguntas y reflexiones, se imponían unos a otros en el momento más lúcido que hasta ahora había vivido, buscando en su interior la razón, para que una persona como él, acabe apuñalada.
De forma inesperada un pensamiento espontáneo saltó al ruedo de su cabeza, y su conciencia, público de excepción de esta faena, comprendió que ese fue el motivo para un final tan triste.

Fue en una calurosa noche de agosto. El campanario que se divisaba desde la ventana del cuarto que usaba de despacho, acababa de anunciar la media noche, todo era silencio y quietud en aquel pueblecito del extraradio de Madrid.
Se había comprometido a entregar un trabajo para un cliente y aunque le dieran las cinco de la mañana, Marcos entregaría su trabajo a tiempo. Siempre había sido un cumplidor. Cumplía con sus compromisos laborales, cumplía con hacienda, cumplía con la iglesia e incluso cumplía con su mujer, ya que hacía tiempo que no la quería.

Unas voces a lo lejos hicieron que sus ojos apuntaran hacia un grupo de jóvenes, que al otro lado de la carretera, discutían acaloradamente. No se consideraba un mirón, pero con la soltura de quien tantas otras veces, en onanista actitud, había observado a furtivas parejas desatando su pasión en el descampado, apagó las luces de la habitación, cerró la pantalla del ordenador y agazapado en la seguridad de la oscuridad, se dispuso a espiar la grotesca escena que ante él se representaba.

- Déjalo ya!- dijo Marta cumpliendo con el rol de sensatez que cumplía en la pandilla- ¿No ves que está borracho?
- ¿Que lo deje? - contestó Daniel - voy a matar a ese cabrón.
- Por Dios Maika! Dile algo- gritó Marta a su amiga, que lejos de intervenir parecía disfrutar, viendo como su particular caballero andante defendía el honor de su dama. Ya había jugado a este juego otras veces, pero quizás hoy se le fue la mano. La mezcla de cocaína y alcohol impidió que pudiera diferenciar donde estaba el límite, y acabó besándose con el más borracho del bar en el servicio de caballeros.
- Habla con tu piba que le encanta tontear! - Exclamaba el patético rival de Daniel que, mientras intentaba zafarse de la muralla compuesta por Pedro y Raúl, luchaba con su propio cuerpo para no perder el equilibrio.- Si tienes novio no te líes con otro tío, cacho de puta!
Esta última frase encendió la mecha de la oportunidad en Luis, el mejor amigo de Daniel. Se conocían desde hacía tanto tiempo que ya no recordaba cuánto, igual que no recordaba la primera vez que falló a éste como amigo, y aunque aquella vez juró que no lo volvería a hacer, lo cierto es que llevaba más de tres años acostándose con Maika a espaldas de Daniel. Tres años de un destructivo amor de rapiña que vivía en los rescoldos de la llama de la pasión ajena, y así aprovechando las discusiones y debilidades que como cualquier pareja tenían, iba cercenando la relación todo lo que podía, sirviéndose de Daniel como escalón que pisar para ascender al corazón de Maika.
- ¿Vas a dejar que la insulte así?- dijo mirando a Daniel con actitud desafiante - Si fuera mi novia se iba a enterar ese mierda! -insistió encerrando entre líneas su verdadero deseo. - ¿Que te pasa?¿es que no tienes huevos para...
- ¿Por qué no te callas? - le interrumpió Marta parafraseando al mismísimo rey Juan Carlos.- Nos estáis jodiendo la fiesta a todos, vámonos a tomar una copa y pasad del tema, que sois lamentables.
Pero al consejo de Marta se le quedó la misma cara que se te queda, cuando estás en la parada del autobús y no para porque va lleno, ya que a estas alturas, Daniel corría hacia su destino con el orgullo y la ira gobernando su voluntad a partes iguales.
El tiempo se detuvo un instante y el ruido seco del puño de Daniel golpeando el mentón del desdichado, retumbó en el vacío de la noche. El jaleo de conversaciones cesó por completo y como los pájaros que huyen en desbandada al sonido del disparo, todos salieron en apresurada y silenciosa procesión para confundirse entre las sombras, más allá de la carretera.

¿Que ha pasado?¿Por qué salen todos corriendo? - pensó Marcos sin quitar la vista de encima al cuerpo de aquel chico, buscando un movimiento, aunque fuera leve, que indicara que seguía con vida. Instintivamente buscó a tientas el móvil en la mesa. - Tengo que avisar a la Policía, ¿estará muerto?.
Los minutos corrían contra su deber de buen ciudadano, y con cada movimiento de la manilla grande del reloj del campanario, se sentía peor.
¿Y si me han visto?...... tendré que ir a testificar... saben donde vivo.- cabilaba inmerso en una de esas decisiones, que parecen vitales para quien las toma, pero carecen de peso específico para el destino, si ya ha tomado su decisión.
Finalmente abrió el móvil y marco el 112.
- Servicio de emergencias 112, no se retire le atenderemos en breves momentos...
Volvió su mirada de nuevo al cuerpo tendido, mientras esperaba a que le atendieran, pero allí ya no había nada.

Espiral de confusión II

Espiral de confusión III